Jessica Marmo

LA FELICIDAD DE LAS HORMIGAS

Debo atravesar el centro de la ciudad para llegar cada mañana al trabajo. Con pasos serenos pero veloces. Mi andar es medio campesino, el uniforme me da el toque metropolitano. Mientras bajo y subo por las veredas, escucho el sonido de los demás. Soy testigo de sus conversaciones tempraneras, puedo ver y sentir cada paso ajeno.

Mi atención se detiene en las filas frente a las casas de crédito. ¿Me pregunto qué ha pasado con nosotros?  Ahora como hormigas recolectoras, trabajamos para una única reina, la cuota mensual del crédito que sacamos, del préstamo, de la tarjeta. Me entristece un poco. La mayoría de nosotros ha tenido experiencias con esto.

Hay familias que dependen directamente de los créditos a futuro. Porque su salario es muy bajo y no da para vivir el mes. Sobre todo, los meses más complicados, esos días en los que por fechas y celebraciones y tradición se debe gastar más. El problema no es la gente, es la desigualdad salarial, la cultura comercial. No quiero ser repetitiva, pero el capitalismo es el problema.

Algunos dicen “el capitalismo funciona solo, es una máquina con engranajes propios”

Acepto esta idea, la contemplo, sé que es un monstruo hostil que se acelera por sí mismo. Pero también sé que es consecuencia de nuestra humanidad. Lo que vemos, frente a las casas de crédito no es más que una condición humana. ¡Qué triste!  Nos hemos vencido.

Igualmente hemos aprendido a “vivir” con esto. La gente sigue despertando, soñando, imaginando, corriendo y riendo.

¿Cuántas veces nos hemos sentido seducidos por el capitalismo? Cada día.

¿Cuántas veces soñamos con visitar esos destinos, tener esos autos, esos libros caros, esos apartamos, esa playa frente a nuestra casa, que muchos otros tienen?

Yo lo admito.

Y me apena.

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